Inquietud en los despachos de abogados debido a la salida de letrados hacia las asesorías jurídicas de las empresas. Se trata de una situación que a micrófono cerrado reconocen socios de bufetes grandes y medianos, que se enfrentan a dificultades para retener el talento, especialmente de los jóvenes. Un fenómeno que tratan de atajar con subidas de sueldo y mejora de ciertas condiciones laborales, como la posibilidad de combinar el trabajo presencial con el remoto entre uno y dos días a la semana, pero que no siempre son suficientes.
Y es que los abogados millenials (los nacidos entre la década de 1980 y finales de los años noventa) se diferencian de sus predecesores en que no comparten la visión tradicional de desarrollarse en la misma empresa durante muchos años ni de estar disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana. Buscan algo más que un buen salario, como medidas que les permitan conciliar de forma efectiva vida personal y laboral o desconectar digitalmente, entornos que los motiven y contribuyan a su realización profesional o mayor claridad en los planes de carrera.
Unos intereses que no siempre encuentran respaldo en los bufetes. Así lo explica Ana, una abogada de 29 años que después de trabajar durante cinco en varios despachos especializados en derecho bancario, pleiteando ante los tribunales, en 2021 decidió dar el salto a la asesoría jurídica de un gran grupo dedicado al sector de la construcción. "En la empresa se respetan más los horarios y no se exige una carga de trabajo desproporcionada. En el despacho hacía muchísimas horas extras. Ahora es algo excepcional", comenta.
Pero no solo el tiempo de trabajo le ha llevado a hacer el tránsito, también la posibilidad de completar su formación y de desarrollar tareas jurídicas diferentes. "Estoy estudiando un máster que me paga la empresa y asisto a clases de inglés que también me costea mi empleador. Mientras los despachos suelen buscar que te especialices en una materia determinada, lo que te impide aprender otras, aquí ves muchas cosas diferentes. Y eso sin tener en cuenta el sueldo, que casi duplica el de antes" (ahora está en unos 40.000 euros brutos anuales).
El caso de Ana entronca con el de Lidia, otra letrada, de 32 años, que el último otoño pasó de la abogacía de los negocios a la asesoría jurídica de una marca de yogures. El cambio vino tras ser madre, hace apenas dos años. "Me iba al despacho a primera hora y volvía a casa muy tarde. Cuando llegaba, el niño solía estar dormido". Además, casi todos los meses tenía que coger el tren para asistir a juicios o a reuniones en diferentes ciudades, por lo que tampoco lo veía. "Es triste, pero si quieres ascender o mantener una posición sólida en un despacho, actualmente tienes que renunciar a tener familia. Una situación que nos penaliza, sobre todo, a las mujeres, y que explica por qué tan pocas llegan a los altos niveles de la sociatura. El trabajo sigue siendo duro, pero he ganado calidad de vida", dice.
"Las ganas de alejarse de la presión de la facturación y de la captación de clientes" es uno de los motivos por los que los profesionales cambian el bufete por la empresa, apunta John Rigau, presidente de la Comisión de Abogados de Empresa del Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB). Rigau, que ocupa el puesto de general counsel de PepsiCo Europa occidental, constata este trasvase, propiciado, en su opinión, por la necesidad de cambiar de ambiente y "por la oportunidad de desarrollar una carrera en un entorno más cercano a un negocio, además de participar en proyectos de equipos multifuncionales". Vivir el proyecto de principio a fin con todas sus implicaciones, no solo jurídicas, en un ambiente menos encorsetado, resulta un aliciente, asegura.
Un fenómeno que matiza Lola Conde, copresidenta de la sección de Abogados de Empresa del Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM). Si hay cierta transición en el sector, alega, es debido a una mayor incorporación a las compañías desde la salida de los estudios o del posgrado. Mientras que los despachos han perfeccionado sus artes de pesca en la cantera tradicional de las universidades, las empresas han tardado en acercarse a los estudiantes "para contarles que existe una carrera profesional como abogado interno o in house (como se conoce en el sector a los letrados de empresa)". Pero, luego, "no hay tanta diferencia en el ejercicio". Los letrados de una firma externa forman "equipo" con los internos, señala Lola, "y deben estar perfectamente alineados".